domingo

Casita nueva for @chicaslargas

bueno chicos, sabemos que nos quieren mucho,
pero el ciclo de chicas largas se ha cumplido

fue inicio, transcurso y final de muchas cosas.
pero las chicaslargas hemos avanzado y creemos que es momento de algo nuevo.



yastamos re grandotas y nuestro blog debe reflejarlo (?????)
mentira, seguimos siendo las mismas pendejas pero en un blog nuevo

pasen, los obligo a que pasen

HTTP://SECRETOSENREUNION.BLOGSPOT.COM

chau, siempre vamos a quererlos mucho, sigannos, no los vamos a defraudar.

XOXO,
chicaslargas.

martes

Obligaciones

La puerta está ahí. A pocos pasos.
Sabés que es sólo cuestión de levantar el pie (preferentemente el derecho) y apoyarlo unos centímetros adelante. Después levantar el pie restante y repetir la acción. Moverte, caminar.
Pero, como si tuvieras los pies pegados al piso, con un pegamento que se te mete por adentro, hasta arriba, hasta tu cabeza, se mete de a poquito, abre espacio sin que te des cuenta y empieza a asentarse, se pone cómodo, se busca una almohada, se queda ahí. Y ni hablemos de la posibilidad de que te deje opinar. No. No podés avanzar, y punto final. Te quedás ahí, dije.
Cuántas veces hiciste cosas, moviste el cuerpo sin pensarlo y no tardaste nada, ni un segundo pensaste en cómo hacerlo. Simplemente lo hiciste.
Ahora no.
La puerta sigue ahí. Incluso está abierta, es sólo cruzarla.
Y sabés, bien en el fondo, que en un tiempo, cuando todo esto ya haya pasado, vas a pensar lo fácil que resultaba resolver la situación, caminar esos pasos y seguir.
Pero lamentablemente, tenemos malas noticias: no estás en el final, estás acá y por una cuestión de tipo casi matemática, espacio-temporal, no podés unir el principio y el final, tenés que transitarlo.

lunes

Piano lleno de azúcar

Empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos estan donde la llave, puede suceder que encuentre la biiletera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del télefono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías.

Qué confusión.

viernes

Conclusiones largas #4

Una clase con tintes filosóficos puede poner en duda algunas cosas que parecían estar clarísimas, sí.


Profesor: Para qué querés el título? tomá. Acá te lo doy, acá tenés el papelito bendito. Y ahora que ya lo tenés, qué vas a hacer con eso?

Psicoanálisis

Se quedó mirándome como si yo tuviera algo más para decir; yo no quería decir nada más, no tenía nada más para decir. En realidad no quería decir nada desde que me había sentado ahí.
Por eso llegaste tarde, me dijo, y sí. Por eso. Porque decidí caminar más lento de lo normal y dejar pasar ese colectivo lleno de gente apretada, porque quizás sí, tenés razón, quería llegar tarde porque no quiero hablar. Quería acortar el tiempo. Darte y darme menos tiempo.
Él me dice poco y me mira mucho, no sé qué le habrá pasado, quizás algo con la mujer. Aunque ni siquiera se si está casado. Tiene unas marcas en la nariz como de antiparras y mientras los dos estamos en silencio, él en ese silencio como diciéndome "dale hablá" y yo en un silencio que no pienso ceder, me lo imagino nadando en la pileta de algún club o gimnasio.
Es que, no quiero hablar.

lunes

Conclusiones largas #3



Todo se acomoda de a poquito.

martes

Verborragia

"Siento que me estoy olvidando algo", dijiste mientras bajábamos esa escalera, blanca, pulcra. Cuántas veces me habré agarrado los dedos con esa puerta , pensé, cuando la abriste y me invitaste a pasar. Habíamos estado hablando casi dos horas de tu vida, de la mía, de mi boca y mi nariz. Vos estabas enojadísimo porque la arcilla roja no te dejaba dibujar los violonchelos de Man Ray en la espalda de la mujer, yo, porque todo me remitía a bocas, la tuya, la mía. Yo había llegado tarde, después de un viaje en subte acalorado, vos estabas enojado porque a tu sobrina le habían dejado un papelito bajo la puerta amenazándola. Yo tomaba café con leche, vos comías el leikaj de Diana.
Después esa bajada por la escalera blanca y pulcra, tu pregunta cordial para qué lado vas? y una no coincidencia de barrios. Depronto me encontré sola, caminando por la avenida sucia y pegajosa otra vez.

No hacen falta cartas documento

No hace falta escribirlo en ningún lado. No hacen falta señales de humo, pancartas decorando la ciudad, ni panfletos repartidos en una vereda cualquiera.
Esa voz que lo repite ya nos tiene hartos.

¿Y de qué sirve saber qué está bien y qué está mal? Si al final nos dejamos llevar por las emociones y los deseos y se va toda la racionalidad al carajo, ¿eh?

¿No podés explicarlo?
Juan tampoco puede. Y se lamenta. Sabe que comprar una tortuga no sirve de nada, ¡Es que le hace tanta falta una compañera!
Pasa todos los días por la vidriera de la veterinaria, cuando vuelve de trabajar, y la ve ahí, en su pecera. Está tentado. Ladren lo que ladren los demás.
Y mañana es el día: ya lavó la lechuga mantecosa que compró para recibirla.

Una pregunta: ¿Las tortugas comen lechuga morada o mantecosa?

lunes

Piedritas párpados

Decidió terminar con todo eso que lo martirizaba, que le taladraba el cerebro.
Afuera, el día no estaba mal y subir la persiana fue una primera buena decisión; porque había escuchado por ahí que la vida era eso, el tiempo de las decisiones; que siempre estamos decidiendo, descartando, tomando uno o otro camino para las cosas; cuántas cucharitas de azúcar querés en el café?. Se preguntó si sus decisiones habrían de cambiar la situación final, subir o no subir la persiana era casi como subir o no subir los párpados, mirar o no mirar, despertarse o seguir durmiendo toda la mañana. Pero llegó rápidamente a la conclusión. No. Subir la persiana, ese domingo con poco sol, con toda la gente en la calle, sacar la cabeza y respirar, eso no podía cambiar nada. Nada de lo que viniera después.
Se equivocó. Y ese tipo que ni siquiera sabe quién fue que le dijo que la vida era sólo un tiempo de decisiones, tenía mucha razón. Pero eso lo entendió después.

Una vez subida la persiana y café en mano, se sentó a leer de frente hacia la ventana y de espaldas a la puerta.
Encontró algo interesante ese libro que se había negado a leer durante mucho tiempo, cuando de repente escuchó un ruido seco y corto contra su ventana. Lo dejó pasar.
Cuando el ruido sonó dos veces más, miró por la ventana y vio en el edificio de enfrente un chico. No debía tener más de once años, pensó. Siguió leyendo y el ruidito volvió a sonar contra su vidrio. Entendió entonces, que el juego consistía en eso. No mirar al chico, que en ese momento juntaba unas piedritas y se las tiraba a la ventana para llamar su atención.
Primero trató de ignorarlo. Pero eso no generó nada en el rubiecito de enfrente que ya empezaba a irritarlo, incluso fue peor. Cuando volvió a mirar, con el segundo café en mano, vio junto al chico de las piedritas, dos más que reían con él y lo acompañaban en el juego. Cuando los miró fijo, se escondieron. Minutos después, su ventana sonaba como si granizara.
Para qué habré subido la persiana, se preguntó con irritación.
Buscó alguna otra excusa, el sol en los ojos, que no se cayera el gato por la ventana, que no entre humedad, frío o calor y bajó la persiana. Bajó los párpados, no miró y durmió toda la mañana.

domingo

Conclusiones largas #2

Hay un momento, inesperado y medio inexplicable, en el cual se te prende la lucecita. Así. De la nada. De repente. Te estás lavando los dientes o estás estirando el brazo para parar el colectivo que si no para, llegás tardísimo; estás esperando que no te hierva el agua o terminando de tragar para hablar y te das cuenta ahí, te agarra como cachetada de frío cuando salís del subte: todo ese tiempo que pasó, tiene un denominador común y todo ese tiempo fue eso, ese denominador. Se ocupó de opacar todo lo demás; te dejó sin temas de conversación y sin darte cuenta, hiciste todo en función de él.
Meses para aprobar, meses para terminar una etapa, meses para irte de viaje, meses teñidos de un color. Meses esperando algo, meses esperando que no se termine. Pero siempre meses y un subtítulo. Nunca meses sólo, nunca un tiempo sin ese denominador imposible de sacarse como chicle pegado al pelo.

Conclusiones largas #1

A veces siento que alguien tiene la respuesta, Y NO ME LA QUIERE CONTAR.


(Yeah, inaguramos sección)

El libro de mi vida

Ya se que todos esperamos.
Todo el tiempo esperamos.
Pero siento que yo soy Mrs. Espera. Si tuviera que escribir el libro de mi vida, se llamaría Siempre Esperando.

Sala de espera. Un cuadro horrible, flores amarillas de plástico, música funcional de sala de espera, y muchas revistas viejas (muy viejas). Me impacientan las salas de espera y me ponen muy ansiosa. Si, soy muy ansiosa. Prefiero quedarme afuera, salir a caminar o esperar(te) en el barcito de la esquina.
La sala de espera solo me recuerda que estoy esperando. Horrible: estoy pendiente de ver si algún vivo me saca el lugar, o cosas así de boludas. Y además hay un reloj enorme en la pared, que me recuerda hace cuántos minutos que estoy esperando y que laputamadrepodríaestarhaciendotantasotrascosasahora. Pero no puedo hacer otras cosas, porque ahora estoy esperando.
Se que cuando llegue lo que hoy espero, ya voy a estar esperando lo que sigue. Una cinta de Moebius sin fin, digamos.



A ver cuándo se les ocurre decir mi nombre, así puedo pasar... ¿Adónde?