Nos encontrabamos en un lugar pacífico y muy onda relax. Ya había logrado olvidarme de todo lo malo que tiene la ciudad y hasta me estaba acostumbrando a convivir con seres vivos distintos a mi (leáse caballos, lagartijas y tábanos). Lo que más me gustaba era que el celular me había dejado tranquila. Ya podía imaginarme viviendo sin él, sin tanta dependencia.
Salí al balcón junto a él y un par más de cosas en las manos. Ya había elaborado todo mi plan la noche anterior, pero no le conté nada a mi compañera de viaje, podía tomarme de demente. Simulando ser muy torpe y atolondrada, dejé caer el aparato desde el primer piso. Sisi, de verdad: lo tiré. El celular cayó, rebotó en las piedras y rodó algunos metros. Ya pensando que el aparato estaba más que perdido, y, demás está decirlo, fantaseando en el alivio que iba a tener al librarme de él, bajé a buscar los restos del difunto celular. Cuando llegué abajo, EL CELULAR NO SE HABÍA HECHO NI UN RASPÓN y andaba lo más bien.
Estoy convencida que algún tipo de poder tienen los celulares, su misión secreta es cagarnos la tranquilidad.
PD: esto sucedió de verdad
jueves
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Me recuerda a un cuento de Cortázar, donde al protagonista se le caen los anteojos y de milagro no se le rompen. Entonces se compra un estuche.
Los anteojos se vuelven a caer, esta vez dentro del estuche. Cuando lo abre ve que los anteojos estaban hechos pedazos. Se da cuenta entonces que el milagro había ocurrido esa vez y no antes.
Lindo blog. Divertido. ^_^
mmmm era un nokia 1100 verdad?
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