sábado

Torneo de ajedrez

Llegué y busqué un lugar en la tribuna como para poder ver bien. No quería estar muy atrás porque no iba a ver bien los relojes. Además, ver la cara de los jugadores, las expresiones, es más interesante de lo que se suele creer. Elegí entonces la fila 7, ni muy adelante, ni muy atrás, justo en el medio. Me senté junto a mi padre, que era quien me acompañaba y me alentaba a asistir a ese tipo de lugares.
Unos minutos después de nuestra llegada, comenzaron a jugar. Al primer jugador, lo recuerdo por ser muy rubio y pecoso. Movió el tercer peón hacia el medio del tablero. "Muy conservador para mi gusto" pensé. El segundo jugador, era totalmente distinto, de tez totalmente negra y con una mirada muy misteriosa. Por alguna razón que aún no logró descifrar, éste último me conquistó con su forma de jugar, me pareció que elegía sus jugadas de manera muy sensata e inteligente. Quedé atrapada por su juego.
Habían transcurrido más o menos 10 minutos de intenso juego, acompañado desde luego por un silencio de cementerio de parte de todos los expectadores, cuando me percaté de que el reloj del jugador rubio no funcionaba. Las agujas se habían parado totalmente y no se movían. Aquel que sabe jugar ajedrez, sabrá que si el reloj de la otra persona no anda, entonces esta está en ventaja.
Cuando me di cuenta de esto, no pude hacer otra cosa que interrumpir el silencio y gritar "Señor referí, haga algo: el reloj está roto!".

1 personas ya largaron:

cantobar dijo...

y lo peor de todo,
es que muchas de las que estábamos ahí, el día que contaste esa maravillosa historia, te creímos.
oh librito gordo de petete, siempre creo tus explicaciones.