lunes

Mute

Al subirme al colectivo, con los auriculares puestos, me percaté de que no veía nada. La calle no tenía faroles y el colectivo ninguna luz prendida. Después de pocos segundos me di cuenta también, que los pasajeros eran todos amigos.
Me dolían los pies por ponerme los zapatos nuevos. Me los saqué y no recuerdo el dolor desaparecer, pero si mis pies en el piso frío y áspero.
De repente hay que bajarse. No hay tiempo para nada. Y yo me bajo. Una vez abajo, descalza, me pierdo.

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Sumer Lagash dijo...

uuuu sabado a la noche... cuantos recuerdos!