domingo

Herencia

En la mesa de al lado, una mujer y un hombre mayor que parece ser su padre, almuerzan. Ella lleva el pelo (des) teñido de un rojo espeso, enrulado, y un vestido oscuro. El avejentado, habla poco y tose cada tanto.
Yo vi lo que le pasó a Carla papá, yo vi como tenían 3, 4 millones de dólares y ahora solo tienen unos pares de cientos. Yo vi papá, no quiero que nos pase lo mismo. Quiero que la casa de Libertador, la compremos, hacer un retiro de la cuenta y comprarla. Papi no quiero que nuestra plata caiga en otra sangre, dividámoslo entre tres. -ella lo toma de la mano y se acerca- Papá no quiero esperar a que estés mal y te hagan firmar cualquier cosa. Yo no estoy mal, estoy muy bien y nadie me va a hacer cambiar de opinión. Sí, está bien, pero yo quiero esos millones en el banco, esos 3 millones de dólares papá... Es mi plata Susana, nadie me la va a sacar, ya te dije, yo la hice trabajando. Y fin de la discusión.
Mis papás y yo, nos miramos incómodos. Primero unas risas entre los dientes, miradas cómplices, oídos ajustando la atención para captar palabra por palabra. Más tarde mi mamá nos hace una seña para que dejemos de escuchar y volvamos a nuestra conversación mi papá empieza a hablar de lo peligroso que es hablar así sobre plata, pero yo ya no lo esucho, tengo los ojos fijos en esa cabellera, roja espesa.

2 personas ya largaron:

MAÍTA dijo...

papi, están durmiendo en el piso!

Anónimo dijo...

Mucho gustóme su relato.
Yo hubiese seguido parando la oreja.
Nada sensibilízame más que el amor filial.