martes

Colectivo Ómnibus

En el momento en que se subió al colectivo y lo vio, sabía que lo conocía. Pidió boleto hasta Plaza Italia y buscó con los ojos donde sentarse, pero la idea de hablar con él no la dejó ir junto a la ventana así que caminó tres pasos hasta sentarse a su lado. Él estaba un poco erguido con las manos juntas sobre las piernas. Lo miró lo más disimuladamente que pudo, sabía igual que era muy mala para mentir, así que se relajó y se dedicó a observarlo detalle por detalle sin importarle si se daba cuenta de su inspección porque total, ella sabía muy bien que lo conocía y estaba muy segura que él la conocía a ella.
Las calles pasaron y el colectivo se fue vaciando. Cuando él dio a entender con sus movimientos corporales (algo tontos ella pensó) que se iba a levantar, ella se paró para dejarlo pasar. Él agradeció el gesto como si nada, tocó el timbre y cuando las puertas se abrieron haciendo un ruido muy molesto contra la pared del colectivo, se bajó. Ella no tuvo tiempo de decirle nada, que espere, que no se vaya, que quisiera que la invite un café y hablar de por qué su cara le resultaba tan conocida, que espere señor!, no se vaya todavía!, no entiendo, hablemos, conversemos, espere!. Pero no. Para el momento en que ella terminó de pensar todo lo que hubiese querido decir, el colectivo ya había arrancado y él, caminaba cuadras atrás.

1 personas ya largaron:

Anónimo dijo...

Nada más efímero y pasional que el romance en transporte público.
Alguna vez vendrá el coraje y, contrariamente a nuestros pensamientos, se irá todo a la mierda.