Yo debo tener algún tipo de imán para que todos los días me pase algo insólito.
Pero esta vez no fue algo irritante como lo de la paloma asesina, ni como el inocente niño que me trató de anciana y me ofreció el asiento... Esto fue algo totalmente superior, y que demuestra lo genial que soy a veces. Y con esto me refiero a que estoy segura que a nadie le paso algo semejante.
Rumbo al trabajo, después de un rutinario viaje en subte, paré en un kiosko cerca del obelisco para apalear el calor con algo frío para tomar. Quise de pagar con un billete que estaba un poco roto (admito) pero la kioskera no lo aceptó y me dedicó un discurso larguísimo sobre por qué no podía aceptar un billete en malas condiciones, y cómo los clientes se lo iban a rechazar y le iba a quedar de clavo un billete de $5 para toda la vida.
Mientras yo guardaba el difunto billete y buscaba otro, entró al local un hombre extranjero (se notaba a la legua), morocho, divino. Pagó su compra. Acto seguido, volvió a agarrar su billetera y antes de que yo pudiera decir nada, me dedicó una sonrisa Colgate, pagó mi Coca y se fue.
Lo más gracioso fue la mirada que intercambié con la kioskera un segundo después.
miércoles
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eso es ser un extranjero buena ondaa! si vienen de visita a nuestro lugar, que se la jueguen con cosas de ese estilo.
JAJAJA
GENIAL
La generosidad primer mundista para con los del sur.
(juguemos a que este buen hombre era italiano, yanqui o francés).
Saludo.
guauuuuuu,así se hace mi amiga!!
¡un miserable!
le hubiera pagado un camion entero de la gaseosa amiga
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